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Discurso de Investidura

Miembros de la Corporación,

Sr. Secretario,

Sr. Interventor,

Sras. y Sres.

Amigos y amigas. Valdepeñeros todos

        No soy hombre que guste de discursos preparados ni de banderas militantes, prefiero la improvisación de mi estado de ánimo en el momento en el que me sitúo. Pero soy consciente que la mejor improvisación es la que se ensaya, y para el caso que nos ocupa, me han pedido que estas primeras palabras como Alcalde de Valdepeñas las traiga escritas en aras de las hemerotecas del futuro.

Por esto he accedido a no traicionarme con la emoción y aquí está escrito un discurso, que ya anuncio, no será corto ni se ceñirá al protocolo.

Desde este nombramiento con el que hoy me honra mi pueblo recuerdo los versos de Gerardo Diego: “Todo lo que queremos nos quiere / aunque no quiera queremos / nos dice que no y que no / pero hay que seguir queriendo”. Mi pueblo, que es el de todos, nunca me dijo que no, ni aun en los momentos en los que lo disimulaba, por eso lo quise, lo quiero, y aunque me dijera que no, lo seguiría queriendo.

La vida, que a menudo es una trampa en la que sucumbimos todos, ha venido a regalarme el amor más grande que un ser humano pueda imaginar, el de la confianza que se deposita en el otro, desde el silencio de una urna, la sinceridad de un voto y la esperanza de un futuro. Antes que a mí lo hizo con otros, por eso, desde esta emoción quiero rendirles mi más sincero reconocimiento, a los que fueron y ya no están, y a los que siéndolo, no lo dejaran de ser nunca.

Mis respetos y admiración, a los corporativos con los que he compartido esperanzas en estos últimos años, a Dña. Esperanza Fernández MerloD. Jerónimo Francisco López CamineroD. Jaime de las Heras CeaD. Fernando PrietoD. Miguel Ángel del Olmo MoralesDña Francisca Tamurejo GalánDña. María del Carmen Obregón García. Y permítanme que de forma muy particular lo haga para Dña. Amparo Crespo García, mi amiga. Dña. Juana de la Torre López, mi compañera de partido; D. Jesús Gutiérrez Villalta, mi otro compañero; D. José Carlos González Peña, mi amigo; y en especial a D. Victoriano González de la Aleja Saludador, mi alcalde.

Quiero, también, saludar a cuantas fuerzas políticas se presentaron a estas elecciones. Y particularmente aquellas que no han alcanzado representación en esta corporación. A ellas, y especialmente a sus votantes, quiero que sepan que vamos a estudiar las propuestas de sus programas electorales, y si estas las pudiéramos acometer en pos de lo mejor para nuestro pueblo, las haremos nuestras, de toda Valdepeñas, y las materializaremos. ¿Por qué no?. Lo que es bueno para Valdepeñas lo es para este Alcalde y para esta Corporación. Habermas lo sentenció como nadie “El dinero no es susceptible de ser democratizado. El poder si”. Más de mil Valdepeñeros creyeron en ellos y tenemos el compromiso de hacernos de ellos. Yo más, porque se es alcalde si se es de todos, si no, no se es de nadie.

Valdepeñas, tiene más historia que el pueblo mas viejo de EE.UU., pero hoy es una Ciudad por hacer. El siglo XX, con sus rémoras, nos ha enseñado que donde no hay recursos humanos no hay nada. Y hoy nuestra Ciudad tiene la generación de mujeres y hombres mejor preparados de su historia. Empresarios que se han hecho así mismos partiendo de sus propias fuerzas. Mujeres y hombres con ganas de ser más. Tiene jóvenes a los que no podemos desterrar desde la Universidad vecina a la empresa de buscar su futuro fuera del pueblo que los vio nacer.

 La primera Ley del equilibrio espiritual es que todo incremento de conocimiento acaba por traducirse en un incremento de libertad. Hoy la libertad y el conocimiento pasan por ser dueños de las nuevas tecnologías. Por eso tenemos que conseguir que Valdepeñas sea una Ciudad digital, y muy particularmente con jóvenes digitales. Yo como Spinoza pienso, que la perfección de la que emana la alegría reside en el pensamiento hecho acción. Y esa acción pasa por conseguir poner en marcha el programa “Un ordenador para cada Valdepeñero”. Desde que Norbert Wiener, un filósofo y matemático graduado en Harvard, articulaba la cibernética y John von Neumann, un judío húngaro educado en Alemania y refugiado en Estados Unidos, inventó el ordenador digital y juntos capitalizaron en 1946 la rueda del futuro. Ésta ha rodado tan deprisa que, o ponemos los recursos humanos a su servicio, o estamos condenados al fracaso. Lo diferente en las tecnologías de la información no es el hardware, para el que puede pensarse un límite en la velocidad de la luz. Lo importante es el software, que no tiene límite, como no lo tiene el espíritu del hombre. Y ese espíritu en el hombre se llama juventud.

Los pueblos que no inviertan en los recursos humanos que le son dados, están condenados al fracaso. Al igual que no ha habido en ningún momento de la historia de la humanidad en el que el mundo laboral, para generar su riqueza, haya prescindido tanto de la mano de obra para forjar el futuro que hoy es presente, en estos albores del siglo XXI, esa mano tiene que ser sustituida por un nuevo concepto de hombre y un nuevo modelo de futuro: el de las nuevas tecnologías. Necesariamente la inteligencia llega a tiempo cuando se forma desde un espíritu de conquista y se asumen las bases para construir fortalezas sin necesidad de conformarnos tan sólo con los cimientos de la resignación; la vida rentable de la tradición que se ha quedado obsoleta para nuestros sistemas de avance y progreso. Es por esto que, necesariamente, hemos de apostar por nuestros jóvenes.

Consciente de ello, que nadie espere de esta Corporación los ladrillos que supuestamente llenan las urnas de votos cada cuatro años. Vamos a trabajar para el ladrillo que nos hace falta hoy, pero sobre todo, para el que asiente los cimientos de mañana. Una empresa política no puede ser tan mediocre como para ponerse un listón tan bajo. Hemos, y lo vamos hacer, de poner el listón a la altura en el que saltarlo nos pueda llevar al fracaso, si, pero junto al fracaso del salto, ha de estar el espíritu de superarlo. Hemos de ser quienes plantan la encina, aun sabiendo que su lento proceso de crecimiento, nos impedirá sentarnos a su sombra.

Soy consciente de  que la actual financiación de las administraciones locales, y este ayuntamiento no escapa a ello, es poco solidaria y deficitaria a sus necesidades. Por el contrario, cada día los ciudadanos demandan de su Ayuntamiento mayores y mejores servicios. Por eso, se ha de ser consciente de que el crecimiento y los servicios han de manchar de forma paralela a una gestión ponderada del dinero público, que es el de todos.

No he venido aquí para negar los logros de los que me precedieron. Los reconozco y aplaudo. Pero aunque los asuma como propios, no reconoceré como propios sus errores. Es de justicia que todos sepamos de donde partimos.

Me he pasado la campaña electoral con la esperanza de recobrar el respeto de los ciudadanos para con sus políticos y a pesar del bochornoso espectáculos que estos días se ha dado en la Comunidad de Madrid por parte de dos canallas pido a mis ciudadanos la fe de no confundir la unidad con el grupo.

No es éste el ayuntamiento que me hubiera gustado encontrar. De haber tenido las fachadas de la plaza ornamentadas, este salón con aire acondicionado, este Ayuntamiento con sus despachos y no con sus despechos, hoy estaría aquí el Presidente de Castilla La Mancha. Pero este Alcalde quiere para sus invitados, que lo son de Valdepeñas, darles la dignidad con la que nos honran cuando nos visitan.

Soy consciente de la delicada situación financiera que heredamos. La asumo desde el respeto de quien la llevó a ella, seguramente lo hizo en la mejor de las convicciones. Pero pido tiempo y paciencia a los damnificados. He pedido un informe económico a la Intervención de Fondos de este Ayuntamiento y cuando éste me sea entregado, sea cual fuere su resultado, me haré cargo de él sometiéndolo, con el respeto a los funcionarios que lo elaboraron, al dictamen de la Sindicatura de Cuentas de Castilla La Mancha. Con ello cumpliré la promesa, sin costo para este ayuntamiento, de elaborar una Auditoria de cuentas que nos diga de dónde partimos. E, igualmente, aunque no sea usual, no delegaré las competencias de Hacienda que llevaré con la ayuda del Interventor, del que estoy seguro, seguirá siendo el buen profesor que tuve. Para nuestros acreedores un mensaje de confianza y tranquilidad.

Toda deuda contraída por este ayuntamiento que sea menor a 6.000 € se empezará a pagar a partir del 30 de julio. Las que superen la cifra señalada, empeño mi palabra personal de negociarla con los afectados en la seguridad de que en un año habremos saldado esas deudas. Por eso ruego un voto de confianza para que nuestros proveedores crean en este Ayuntamiento y atiendan nuestros pedidos inmediatos.

Quiero compartir con ustedes, la realidad de su Ayuntamiento. De nuestro Ayuntamiento. Cualquier esfuerzo por el saneamiento de las arcas públicas pasa por la incremento de las contribuciones impositivas a nuestros ciudadanos  o por el recorte de los servicios públicos. Ninguna de las dos soluciones sería buena para el progreso de Valdepeñas, por eso intentaremos capitalizar el ayuntamiento con la puesta en marcha del Plan de Ordenación Urbana y con el recorte del gasto público. A corto plazo, ya anuncio, habrá menos aperitivos, menos fiestas y más trabajo para los concejales y para este Alcalde. Con lo primero dotaremos a Valdepeñas de una planimetría donde una anciana, un niño, o un discapacitado no le tengan que pedir permiso al poste de la luz para continuar su camino. Con lo segundo hemos de ganar el respeto de los valdepeñeros para que sepan que estamos para administrar lo público y no para gastarlo. Por eso los Segundos Juegos Europeos de Ciudades del Vino no se celebran en Valdepeñas. No será este alcalde el que gaste mas de 18.000 € en un evento deportivo, cuando se me informa que una impresora de la oficina de obras de este ayuntamiento está parada, porque el proveedor se niega a suministrar el cartucho de tinta hasta que no se le pague lo que se le adeuda. Lamento ser tan poco elegante, pero la realidad que asumimos tampoco lo es.

Comparto criterio y pensamiento político con mi amigo Justo Zambrana, cuyo último libro (lectura que recomiendo): La política en el laberinto, advierte que “En los albores del siglo XXI, las condiciones de vida de los seres humanos están sometidas a un proceso de mutación tan grande como acelerado que afecta a la práctica totalidad de los aspectos existenciales entre los que, de forma muy especial, se encuentra la organización de su vida en común, es decir, la política”. Por eso hemos de hacer de la política un arma al servicio de los ciudadanos, y no a los ciudadanos instrumentos de un voto que revalorice la política. Porque la solución no es la huida de la política, sino el buen uso de la libertad. En el mundo actual sobra “mano invisible” y falta articulación política desde la base de lo cercano, esto es, el Ayuntamiento.

Yo quiero un pueblo donde ningún anciano esté desasistido; ninguna casa sin su jornal; ningún joven sin vivienda; ninguna mujer, por ser mujer, sin trabajo; ningún  afectado/a de cáncer sin el apoyo de un profesional; ningún ex alcohólico sin reconocimiento; ningún alcohólico sin apoyo; ningún niño deficiente sin la caricia de un compromiso… En definitiva, ningún ciudadano que no sea considerado como tal. Sé que estoy hablando de una utopía. Déjenme ser utópico sin llegar a las consideraciones de Tomás Moro. Si se acepta con resignación perder la batalla de las ideas se perderá también la batalla del progreso. Y soy consciente de que lo que exige la política como el pez al agua, es sentido de la realidad. En el espacio de la público, las instituciones y también los Estados son demasiado pequeños para lo global y demasiado grandes para lo micro local. La realidad pasa por arriba y se escapa por abajo. Pero la realidad existe. No habrá en Valdepeñas, ningún valdepeñero/a sin la Ayuda a domicilio que necesite. Quien pueda la pagará y para quien no pueda, se la pagaremos. La realidad de un pueblo, de este pueblo, es que aún hay capas sociales que sufren por debajo de las lagunas que enseñan el espejo de sus aguas.

En Valdepeñas el azogue de ese espejo se llama inmigración. No podemos sentirnos orgullosos de tener el mejor vino del mundo. Si nuestro pueblo esconde al Ser Humano al que el Estrecho de Gibraltar perdonó la vida. Yo, como Borges, hay días en los que me he levantado sintiéndome negro, o judío, o inmigrante, o gitano y creadme, no me he visto tan mal. Hagan la prueba. Los romanos pusieron en práctica durante el Imperio un concepto reducido de ciudadano. El ciudadano no participa pero es portador de unos derechos y libertadas que el Estado y los demás deben respetar: “¿Os es lícito azotar a un romano?”, arguyó san Pablo ante quienes, no conociendo su status romano, iban a azotarle (está en los Hechos de los apóstoles, 22). Pues ese status no reconocido se llama hoy inmigración. Dotar de dignidad a quienes no la tienen, es dotar al conjunto de un pueblo de libertad. Por eso vamos a crear un Albergue donde ningún ciudadano, venga del rincón del mundo que venga, sea ilegal por carecer de bandera patria.

Para ganar el respeto de los ciudadanos hemos de ser respetuosos con ellos y con nosotros. Basta de ofensas, de insultos, de demagogia, de patologías arriesgadas que busquen el titular de prensa. No estamos aquí, no estoy aquí, para resucitar muertos ni denunciar miserias. Estoy para trabajar. Los Valdepeñeros nos dieron una lección hermosa el 25 de mayo. Hablaron en voz baja, pero hablaron sin ofendernos y nos dieron un ejemplo de convivencia. Emulémoslos.

Y al hilo de esto recuerdo que “Es de necios, confundir valor con precio”, lo dijo Antonio Machado. Y si alguien pensó, en algún momento, que se podía comprar la voluntad de hombres y mujeres de probado compromiso social, como Francisco Nieva, Cristina Almeida o Joan Manuel Serrat, erró en el calculo, porque no fue a mí a quien ofendió, fue a ellos y ante ellos quizás tengan la oportunidad de explicar los motivos que le llevaron a dudar de su honorabilidad. Y como la ofensa lo es dependiendo de quien la pronuncia, si institucionalmente desde la representación que un pueblo dio a esos labios, se les ofendió, quiero hacer uso de esa misma representación de la que hoy me investís para en nombre de Valdepeñas expresarles nuestros respetos, nuestra admiración, pedirle nuestras disculpas y agradecerles la amistad con que personalmente me honran. No en balde vino el Jefe de Estado, Rey de España para más señas, a proclamar que esta Ciudad era “Adelantada en su amor a España, Casa Grande de Europa, campo de paz y tierra de ventura”. A cuantos hoy nos visitan y a los que vinieran, siéntanse en su casa, ya que, en la medida que lo hagan,  nos estarán honrando con su presencia.

Tenemos la obligación de devolverle al ciudadano el compromiso de sus instituciones, por eso vamos a crear el Foro por Valdepeñas en el que, como una Asamblea consultiva estén representados todos los Valdepeñeros, todas las asociaciones, sean estas políticas, empresariales, sindicales, sociales, culturales o cualesquiera otras.

Ahora bien, para alcanzar todos los objetivos hemos de buscar la complicidad de todos los que servimos al pueblo que nos paga. Yo sé la desmotivación, justificada por otra parte, en la que están los funcionarios de esta casa. A ellos les pido un voto de confianza. Olvídense de nosotros los políticos, sirvan al pueblo; él necesita de ustedes. Por mi parte les prometo, como primera medida, Abrir la mesa de negociación y cerrarla. Vamos a encontrarnos. No tendrán en esta Corporación un negociador fácil, pero sí justo, se lo prometo. Y como los ciudadanos no pueden ser las víctimas de nuestros desencuentros, y hasta que el encuentro llegue, como ciudadano solicito el favor de toda la buena gente, que lo es, en esta casa. Y muy en particular en el cuerpo de la Policía Local. Sobre ustedes se asienta la seguridad de nuestros días y es por esto por lo que, desde ya, anuncio que sobreseeré todos los expedientes informativos o disciplinarios abiertos, pero también solicito a todos un compromiso de lealtad al uniforme que llevan. Como en Hacienda, a corto plazo, no delegaré la Dirección de la Policía Local que asumiré en primera persona.

A todos, pido la confianza y la lealtad a la que como funcionarios públicos nos debemos. Lo demás lo vamos a solucionar, como personas que somos, en una mesa donde los intereses públicos no agravien ni sometan a los justos intereses de los individuos y sus reivindicaciones laborales.

Llegados a este punto, soy consciente de que como Alcalde vuestro me vais a pedir más que a otros, porque me habéis dado más. Estáis en vuestro derecho y confío en no decepcionaros. Como sé, que los compañeros que me acompañan, por haber carecido hasta el día de hoy, mayoritariamente, de una proyección pública reconocida, pueden suscitar recelos. No os preocupéis son mejores que yo, porque antes de que me dierais vuestra confianza me la dieron ellos.  

Sería yo un estúpido si pensara que la mayoría que hoy me da esta investidura fuera para hacerme grande, y más estúpido aún si yo me creyera grande con ella. De hombres se hacen obispos, pero no dejan por ello de ser hombres, nos lo dice Sancho. Las mayorías en democracia pueden servir para usarlas o para compartirlas. Con esta mayoría me habéis hecho Alcalde de Valdepeñas, pero con eso no me basto, yo NO quiero ser el Alcalde de Valdepeñas sino el de los Valdepeñeros. Por eso, desde aquí, y desde este momento, tiendo mi mano a todas las fuerzas políticas, económicas, sindicales y sociales de nuestra Ciudad, para que la mayoría nos comparta juntos.

Tenemos la obligación de entendernos y lo vamos hacer. Porque podremos dilapidar la herencia de nuestro pasado o ningunear nuestro presente, pero no podemos fallarle al futuro; fallarle al futuro sería traicionar a nuestros hijos y si lo hiciéramos no tendríamos perdón de Dios. Para la empresa aquí está la mano de este Alcalde y de esta Corporación. Y lo hacemos con la seguridad de saber que los votos, lo que hacen son abrirnos la matricula en la Universidad más hermosa posible, la de servir a nuestro pueblo. El examen, dentro de cuatro años. Ese es el tiempo que nos dan para cumplir lo que prometimos. Y a corto plazo yo tengo un año para cumplir un contrato o marcharme.

Empeño mi palabra de honor y de caballero en aplicarme para que me evaluéis al menos con un notable. Matricula de honor no quiero, porque si me la dierais me tendría que licenciar, y en servir a mi pueblo no me voy a licenciar nunca, sea cual fuere la nota que alcance.

Termino. Quiero ser hijo de mi madre, que hoy me acompaña, y ella me enseño a “hacer el bien sin mirar a quién”; del evangelio aprendí y un amigo profesor me lo recordó estos días, que “El que quiera ser el mayor de vosotros, que sea vuestro servidor”. Dejadme ser vuestro servidor.

Y, creedme, por favor, no olvidaré jamás, que yo existo hoy, porque los valdepeñeros me nombran.

Muchas gracias.

 

Jesús Martín Rodríguez

Alcalde de Valdepeñas

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