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Presentación del libro de Cristina Galán Rubio ‘Territorio de la herida. Poesía reunida (1968-2019)’, Archivo Histórico Nacional (Madrid)​

Sras. y Sres.
 

Temo no ser muy elocuente al hablar del tema que aquí me trae, porque la mujer que aquí nos cita es una amiga sempiterna que como el Guadiana que juntos nos riega, está más en el acuífero de la distancia que en la superficie de los encuentros. Pero eso nos hizo a ambos más permeables y como reza la sentencia de los olvidadizos la distancia nunca fue olvido.

        Esta mujer que aquí ven, frágil en apariencia, como una colegiala asustadiza en su primer día de clase (una <> cualquiera). Es una poeta que de la palabra hizo un dardo con el que clavar el asombro de su iris en la garganta con arena de un tiempo de sed.

Hablar años después de la juventud que fue, es rememorar una adolescencia secuestrada, una juventud intervenida y una madurez cicatrizada por el andamio de los años y sus acontecimientos. Somos -Cristina y yo-, de una generación que no sabía muy bien dónde estaba y a dónde quería llegar, pero tenía conciencia de donde no quería quedarse.

No queríamos vivir en la culpa que nos manoseaba con pecados irredentos de una victoria anexionada por Dios y Millán Astray. Eso nos hizo ingenuos, frágiles, revolucionarios y vulnerables frente al mundo que nos asediaba. Y lo que fue más trágico, durante un tiempo -demasiado-, apostatas de nuestras familias que hubieron de esperar a que el evangelio del tiempo les devolviera la fe en el hijo/a prodigo/a. Pero cuando el hijo/a pudo volver, su adolescencia ya había sido violada.

Tuvimos en común, esta mujer-poeta y este yo-aprendiz, una sexualidad que al tiempo que nos superaba nos hizo libres, como con acierto apunta el aserto de Andrade que María Antonia reescribe en el prólogo de este libro: <>.  Por decirlo con unos inéditos versos:

Yo creía / que bebiéndome lo que vertía

Saciaría la sed de mi cornucopia / sin agotar el maná.

Así / desde el trombo al émbolo

Cada coágulo se resiliaba en mi paladar

Gonorrea de la ignorancia / peripatético.

Mi adolescencia fue una cadena perpetua / como la de otros

Querubines sodomizados en un altar

Donde el pecado / creía yo

Se redimía si no se derramaba.

P.D. ¡Qué tiempos!

        Y esos eran los tiempos que aquí nos han traído al Territorio de la herida. Un territorio que trasciende la existencia vital de Cristina, porque se escribió desde la patria de la que partió el loco más cuerdo que en el mundo ha sido. Una tierra hostil: La Mancha, <> tierra sin agua, como la bautizaron los árabes, que hace hostiles a los hombres y sus sombras de mujeres. Necesariamente Cristina hubo de hacer de la sangre una patria sin nombre a medida de su necesidad. Y de ahí que sus primeros poemas clavaran su asombro en quien la hería.

Narra ella en este libro una anécdota que confiesa haberla marcado en su existencia cuando proclamó en un poema de adolescencia el color de su vello púbico. Cuando yo llegué a esa cueva desacralizada, que venía a ser como la nueva catacumba de unos cristianos apóstatas y bautizada en Valdepeñas como el <>, ella ya no estaba. Pero su poema (aunque se lo rajaron en sus narices y escrito ya no estaba), como la Constitución Británica a los ingleses, nos hizo libres porque en el silencio de aquella cueva, palpitaba.

Y eso a pesar de que cuando alguien me recitó los versos: «Tengo un coño, lo palpo. / Tengo un coño rubio…>> a mí me costó asimilarlo… no por lo del coño, sino por su color. Entonces no conocía a Cristina personalmente y la imaginaba morena. Quizá rememorando en mi subconsciente la canción  <<Grândola, Villa Morena>> predecesora de los versos de Paulo ye Carvalhu en la letra de su canción: >,

Partir es morir

Como amar es ganar y perder

Tú llegaste como una flor

que yo recogí

Tú me diste amor…

Porque fue con estos versos con los que a las 22:45h del 24 de abril de 1974, la Rádio Emissiones Associados de Lisboa, dio el santo y seña con el que se inició la Revolución de los Claveles. <<Grândola, Villa Morena>> sonó después, a las 00.25, ya del día siguiente, esa era la segunda señal y con ella se indicaba que debían ocupar los puntos estratégicos del país. Pero en mi imaginario adolescente, la palabra <> iba asociada a una revolucionaria y Cristina lo era.

Años después, coincidimos ambos en una edición poética limitada que se llamó <> quizás como preludio de que ya no podíamos vivir más hacia dentro. Pero ni sus poemas ni los míos dejaron por ello de estar en el ostracismo de aquella editorial que nunca fue y a muy pocos interesaba. Es por esto que nuestras vidas y poemas han sido una amistad de pecios a la deriva de los acontecimientos que hoy me hace feliz compartir con ustedes.

Con motivo de esta presentación he releído los poemas de Cristina, y digo releído, porque muchos de ellos ya me fueron dados a leer en su trayectoria, y entonces como ahora, me han servido como cobijo de mi soledad. Leer a Cristina siempre fue para mí sumar mi soledad a la suya, con lo que ambos (ella sin saberlo) nos hacinamos dos veces solos los dos. Es el precio que cobra la libertad a quienes los tiempos hicieron esclavos de la libertad.

Es una obviedad que el primer poema de este libro no es el último, pero podría serlo. No porque toda y todo poeta se plagie así mismo, que también. Sino porque a fin de cuentas los versos de un/a poeta son las mismas palabras mil veces repetidas y mil veces plagiadas en la desesperación del grito que hace que se raje el azogue de nuestro espejo. El último poema de este libro bien podría ser el primero porque todo el libro es un espejo de dolor donde regurgitar la existencia.

Acercarse a la palabra de Cristina es hacerse un amanuense del verso que nunca tuvimos conciencia haber escrito, porque quién en su imaginación no escribió alguna vez, a modo de premonición o intuición:

…Como un pájaro sin alas,

veo caer el árbol que mantuvo

mi nido, y reclamo clemencia.

En todo caso no es este libro una antología, no puede serlo, porque una poeta escribe mientras vive aunque sus versos se resilien en la fatiga inagotable de la memoria. Y ella sigue viviendo  en su estado inicial aun cuando haya cesado (si lo ha hecho) la perturbación a la que estuvo sometida.

En definitiva, no es este un poemario que necesite glosa, léanlo sin prisa, porque los versos aquí escritos son a la existencia lo que la última página a un libro: lo que queda después de la batalla.

Gracias.

Madrid, 26 de noviembre de 2019

Archivo Histórico Nacional

Presentación del libro de Cristina Galán Rubio, Territorio de la herida. Poesía reunida (1968-2019).

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