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Pregón Fiestas del Vino 2007. 54 Fiestas del Vino año 2007

Pregón realizado por Manuel Merlo García del Vello coincidiendo con las Fiestas del Vino 2007

Lugar: Valdepeñas

Excmas. e Iltmas. Autoridades,

 Sres. Galardonados,

 Reconocida y renombrada Irma Soriano,

 Queridos paisanos y visitantes:

 Buenas noches.

 No sé si comenzar diciendo que soy un cómico metido a pregonero, o quizás un pregonero que proviene del mundo de la farándula; o tal vez tenga que decir  simplemente que soy un valdepeñero investido con el personaje de pregonero para publicar y divulgar algo que no es ignorado, sino muy reconocido a nivel mundial.

 Bueno, pues hecho este preámbulo inicial, vamos a meternos en harina y que salga el sol, no por Antequera, sino por la Aguzadera, que nos pilla más cerca. ¿No os parece?

 Antes de comenzar la redacción del presente,  he repasado los siete pregones predecesores a este que aparecen en la página web de valdepenas…  Si,  si, no os extrañéis, en la pagina esa del Ayuntamiento pone val-de-pe-nas, no se quien nos habrá quitado nuestra “ñ” tan española… ¡Señor Alcalde! ¿Es quizás para que se pueda abrir desde ordenadores extranjeros? Me refiero a la página… Luego me lo explica. Porque si así seguimos, según la etimología  de nuestra ciudad, el nombre de nuestro pueblo sería “valle de penas”, y hombre, alguna que otra sí que hay, pero vamos, que exhibirla como título, parece un poco de masocas.

 Pues…, como os iba diciendo, he ojeado los siete magníficos, no la película, sino los siete magníficos pregones que aparecen en la página esa, que a partir de ahora, no nombraremos, y ¡coño!… ¡Es que lo han dicho tó!, han hablado de nuestros orígenes, de nuestra historia, de nuestra cultura, de los progresos de nuestra ciudad, de nuestras tascas, de nuestros museos, de nuestras peñas, de los diferentes vinos, de las diferentes cepas, de las tapas, del aloque, hasta de los motes valdepeneros, perdón, valdepeñeros, de los personajes ilustres, de su obra, de nuestras calles, de las iglesias y ermitas, de nuestra Patrona, y no se si hasta de las Cofradías de Semana Santa… Ahora entiendo por qué nuestro querido Alcalde me llamó a finales de julio y me endosó el “marrón”… Diría para sí después de la llamada telefónica y sonriendo lacónicamente: “A ver que se le ocurre al Manolo Merlo, que no se haya dicho ya”. Y os puedo asegurar a todos, queridos paisanos, que vaya mes de Agosto que he sufrido; entre las caléndulas acaecidas y la sesera reseca por la solanera, lo único que he hecho ha sido sudar, porque de ocurrencias, pocas. Así que seguiré divagando hasta que me digan que pare.

 Yo hasta ahora he sido pregonero en seis o siete ocasiones: De carnaval, creo que tres o cuatro, de coronación de reinas una, de fiestas patronales otra (y polémico)…  ¡Ah! Y el del valdepe…ñero, lo he dicho bien, valdepeñero ausente también; pero aún, a pesar de esa experiencia, en realidad no se cual es la labor de un  pregonero, porque uno se pone a escuchar y a leer pregones y tan solo al final, casi en la última línea es cuando coinciden todos en desear felicidad en las fiestas y que todo el mundo se divierta, porque los contenidos son diversos, ambiguos, diferentes, encontrados, contradictorios, ajenos, estudiados, remilgados, algunos un poco sosos, que también hay que decirlo, personalistas… y así hasta todas las ocurrencias y diarreas mentales de los que estructuramos o escribimos; por lo que yo no voy a ser menos, máxime  ocurriendo como he dicho antes, que de Valdepeñas y de las Fiestas del Vino, casi todo se ha dicho desde este escenario… Pero falta un casi y ahí es donde creo que me voy a agarrar.

 Como todos sabéis, y de lo cual me enorgullezco y ejerzo,  soy valdepeñero de nacimiento, aunque ausente, alejado o en la diáspora que también alguien dice y escribe. Este mes hace treinta y un años que me fui…, un nuevo camino marcaba la senda de mis pasos y me alejé, tanto, que hasta crucé el charco y llegué a un puerto africano, español, pero africano, un puerto con una virgen morenita, que desde entonces nos cobija bajo su manto a mi familia y a mí.  Ceuta,  una de las ciudades más bellas que hay y donde me dejaron anclar mi empotro, porque aunque llegué en barco,  yo me llevé mi empotro particular y allí ha quedado anclado, en el Estrecho, para que sirviera de puente tanto a los valdepeñeros que por allí han ido a visitarnos con sus libros de poemas, con sus cuadros, con sus instrumentos musicales, con su amistad o con sus raices familiares, como a los ceutíes que en muchas ocasiones han llegado hasta este pueblo con su carga escénica para exhibirla ante vosotros o los que  han querido conocer este Valdepeñas del que tanto les he hablado y seguiré haciéndolo. Por cierto, un buen número de ellos, de ceutíes, han querido hoy acompañarnos y aquí los tenemos radiantes en la Plaza de mi pueblo, en nuestra Plaza.

 He dicho que aquí hay unos cuantos ceutíes, y sin embargo no están todos los que hubieran deseado venir, porque hoy, precisamente hoy, día 2 de Septiembre se conmemora el día de la Ciudad Autónoma de Ceuta, y en estos mismos instantes estarán celebrando su acto institucional en la Plaza de Armas de las Murallas Reales. Vaya desde aquí mi cariñoso saludo a esa tierra hermosa y a sus habitantes.

 La verdad es que no se lo que nos pasa a los valdepeñeros, que cuanto más queremos a nuestro Valdepeñas, más nos alejamos… Yo, aunque me fui joven, apenas contaba 26 años, era el último de mis hermanos que abandonaba el pueblo… El mayor se había establecido en Vitoria, la pequeña en Madrid, y yo… en Ceuta. En Valdepeñas se quedaba mi madre, mi madre y su soledad, siempre a la espera, siempre pendiente de la aparición de alguno de sus hijos errantes, incluso sin avisar; para vernos, para cocinarnos el pisto o el pipirrana o las gachas, pero que, incluso viniendo a visitarla, la dejábamos comer sola, porque nos habíamos entretenido chateando y nos habíamos olvidado de que nos esperaba para comer todos juntos… Vosotros ya me entendéis, chateando en las tascas, no en el ordenador.

 Me fui a Ceuta… con mi Paqui, con mi compañera inseparable, cuando apenas llevábamos algo más de  un año de casados, con nuestras maletas, nuestros sueños y quimeras y un encargo en forma de embarazo, de lo que sería nuestra primera hija, Rosa, la cual decidimos que naciera aquí y fuera valdepeñera como nosotros.

 Pues sí, nos habíamos ido y ya éramos tres, y nuestros recuerdos y  nostalgias de nuestro pueblo, de sus calles, de nuestros amigos…

 

 Nosotros que no habíamos sido nunca universitarios, yo no pasé del cuarto y  reválida, habíamos aprendido en una maravillosa universidad, la de los bares de Valdepeñas, la de sus bodegas, la de sus gentes y sobre todo la del Trascacho.

 Y creedme queridos paisanos, que un valdepeñero sin estudios es un licenciado en bonhomía, en saber estar, en hospitalidad, en desprendimiento y en terquedad, porque la verdad es que los valdepeñeros somos un poco tercos, mas que nuestras mulas, y éstas tercas son un rato, si es que a estas alturas queda alguna, por eso cuando nos empeñamos en algo, no cejamos hasta no verlo conseguido, aunque en ello nos vaya la vida.

 Aquellos atardeceres en el cercao nos inundaban, primero en las Bodegas del Mayoralote, donde desde niños, no sé si estorbábamos más que ayudábamos; realizábamos aquellos repartos de garrafas y botellas con el carrillo de mano por las distintas calles y bares; aquellas diarreas provenidas de los primeros mostos de la vendimia; aquel emular a Hércules empujando la palanca de la prensa en la vendimia; aquel despachar a los clientes y servirle unos vasos al tío Aurelio y a sus contertulios, o cuando acercábamos hasta el coche las garrafas de vino a los pocos turistas que llegaban por aquellos entonces ¿o eran muchos?, siempre, esperando la propina para comprar nuestros primeros cigarrillos o ir al cine de verano, o cuando comenzamos a escuchar los primeros cantes de aquellos valdepeñeros aficionaos al flamenco, o a las grandes figuras que pasaban  y se quedaban en el frescor de la bodega, alternando los cantes con los de aquí, y que dio cauce a que alguno  de ellos perdiera la siguiente actuación, porque se había encontrado en nuestro pueblo demasiado a gusto, o cuando aún siendo chiquillos o mozalbetes, probábamos nuestras primeras cintillas y que más de una vez fueron demasiadas para nuestra edad, o cuando el bodeguero nos enseñaba más picardías de las permitidas… Éramos niños en la bodega y su patio nuestro cuartel de juegos, soldados de la vendimia, jinetes en la trilla, galanes ilusorios en las cuadras y aprendices de valdepeñeros en la cocinilla, arrimando a la lumbre el bacalao, un chorizo o un poco de mesao…

 O cuando a la vuelta diaria de nuestro veraneo en la ribera del Jabalón, vamos cuando el río era río, con ese olor a peces a oba y a cabezones, que no se te quitaba en la ducha, porque no teníamos ducha, (porque las pocas veces que teníamos algo de  dinero nos bañábamos en la huerta de Juan Manuel) Como decía, cuando a la vuelta diaria de nuestros baños en el río, nos metíamos en los huertos aledaños y robábamos melones, tomates, pepinos…, si, porque volvíamos con ese hambre infantil que da la tolvanera de los juegos en el agua, para luego devorarlos en un santiamén. Cualquiera de nosotros, con nuestros pocos años, tiraba de navajilla, (porque esa es otra, desde la niñez no había valdepeñero sin navaja), y a repartir; y si volvíamos al día siguiente, elegir otra huerta, porque nos podían echar al perro o al hortelano, o a ambos a la vez.

 Si, queridos amigos, valdepeñeros desde niños con navajas y a alternar, y digo esto de alternar, porque lo practicábamos desde nuestra más tierna infancia. Recuerdo yo que sería al principio de los años 60, cuando un domingo, con las propinas y la paga que recogíamos (que deberían ser algo así como tres pesetas), nos propusimos probar aquella bebida tan famosa americana recién llegada a España, o al menos a Valdepeñas, de un color negro parecido al regaliz, sí esa que está en los letreros de cualquier bar y cada dos anuncios en la televisión, sí, esa… Totalmente decididos nos llegamos al Bar Español, que por aquellos entonces estaba en la calle Ancha, a vivir la aventura de probar algo nuevo que solo veíamos en el cine, ¡americano, claro! y pedimos cinco coca colas, en estas que aparecen nuestros mayores, y en vez de ordenarnos que nos fuéramos del bar, nos dicen: “¿pero que guarrería acabáis de pedir? ¡Sepa Dios de qué está hecho eso! ¡Paco! Ponle a los chicos un poco de vino con gaseosa, ¡ah! y cuando seáis mayores lo pedís con sifón o solos”. Nos pusieron nuestros primeros chatos y de tapa boquerones en vinagre con aceitunas, y desde entonces entendí, con aquel hecho tan simple que aquellas cosas foráneas que nos llegaban no debían de ser buenas, sin saber por qué, habíamos estado haciendo el ingreso en la universidad del alterne valdepeñero. La verdad es que ahora ya no los pedimos con gaseosa.

 Por supuesto, no voy a contar que con aquel alterne iniciático, más de una vez se nos fue la pinza y cogimos unas cogorzas de aquí te espero.

 En fin, esos eran algunos de los recuerdos que nos llevábamos a otras tierras, en aquellos primeros viajes eternos en trenes  nocturnos y sombríos hasta Algeciras, y qué casualidad, casi en todos los recuerdos era el vino nuestro compañero. Pero en fin… Con esto lo que os quiero decir queridos paisanos es que Valdepeñas es tierra de libertad, no la cuna de la libertad como dicen los gaditanos, pero…, no se…, creo que me estoy liando. Bueno, a ver si os lo aclaro.

 Ya os he dicho cual fue mi universidad, pero había que doctorarse… Una tarde, tendría unos diecisiete años… (y vosotros, estaréis pensando ¿y éste cuando, coño, va a empezar el pregón? ¡Tranquilos, que todo llega!), si, creo que tendría unos diecisiete años y estaba en un bar, vamos para ser más exactos en el Seis de Junio, tomando café. Llega por allí un amigo. Paco Miñarro, para quien no sepa quien es, os diré que es “Paco Clavel” (cuando  no iba disfrazado por la calle) y me invita a que lo acompañe a un acto nuevo que se va a celebrar en un sitio,  y como no tenía otra cosa mejor que hacer, allí que nos dirigimos charlando por la calle Cervantes, calle Real, calle de los Mártires, giramos a la calle Buensuceso y en la primera portada de la izquierda entramos. ¡Ea!, habíamos llegado al Trascacho y ya estábamos en otra bodega. Era la 1ª Cata del Vino Nuevo y el Anochecer Poético, con motivo de que  “Por San Andrés el vino nuevo, viejo es”. Cuando yo bajé a aquella cueva, que aún hoy me parece la cueva más maravillosa del mundo, me quedé embelesado, aquello me embaucó de tal manera que allí me quedé anclado. Cuantas tardes hice ese camino, solo para charlar con el hermano Andrés, Andrés Cejudo, (una de las personas que más me ha dejado huella en esta vida) un valdepeñero doctorado en humanidad, en sabiduría y en derroche de amor fraternal…

 Allí en la cocinilla, junto a la lumbre y alrededor de unos vasos, leí, leímos poemas, allí descubrí a Juan Alcalde, a Sagrario Torres y a tantos otros…, me hice amigo de poetas, de pintores, me estaba doctorando y todo alrededor del vino, bien en la bodega, bien en la cocinilla, bien en la cueva, bien en el patio. Y había que hacer algo, yo  no era  poeta, ni pintor… y surge un grupo de teatro y ahí comienza mi andadura por el arte de Talía, y ahí me quedé envenenado y enfermé por el teatro, y así sigo, porque esta enfermedad no tiene cura y muchas veces es hasta contagiosa.

 Queridos paisanos: Cuarenta años de teatro os contemplan…, años que nacieron aquí en una cueva, junto a unas tinajas y junto a unos amigos que todos los martes en tertulia bebían valdepeñas, mientras intentaban arreglar el mundo culturalmente.

 No se, pero me da la sensación de que me estoy yendo…

 Os quería hablar de Valdepeñas, tierra de libertad. Andábamos por los comienzos de los años setenta, aún vivía el general, cuando algo revolucionó los cimientos de esta querida ciudad. No podía ser en otro sitio, fue en la Cueva del Trascacho en un anochecer poético, una moza dijo: “Tengo un coño rubio” e intentó leer su poema…, no pudo terminar, fue un terremoto de libertades que sacudió los ancestros conservadores de nuestro pueblo; ya teníamos nuestra universidad con agitadores, manifestaciones, y las aulas cerradas, si señores, porque el Trascacho se cerró por orden gubernativa… Gracias Cristina Galán, porque a partir de entonces ya nada fue igual, nos enseñaste  en plena dictadura que el pensamiento y el arte en libertad están por encima de normas inquisidoras, ¡nos acabábamos de doctorar!

 Y nos fuimos, mi compañera y yo y nuestro embarazo, y como tesoro más preciado llevábamos una montera de pastor, regalo de Andrés Cejudo y una arquilla de madera bastante desvencijada con unos puñados de tierra de un majuelo valdepeñero, que me regaló un amigo poeta. Tierra, donde en los momentos bajos, introduzco las manos para renovar la savia de las raices y recuperar ánimos desgastados.

 Y volvíamos, y volvemos, lo mismo que hoy estamos aquí, Paqui, la compañera de sueños y de inquietudes, nuestras tres hijas, Rosa, Carolina y Patricia, con sus parejas,  nuestro nieto Manuel, y otro encargo en forma de embarazo, un nuevo nieto, que aún sin haber nacido ya está pisando y conociendo la esencia ancestral de sus predecesores…

 Lo mismo que volvíamos hace mes y medio en un viaje que nunca uno quisiera realizar para traer hasta sus raíces y con los suyos, para su eterno descanso a esa madre que tantas veces nos esperó, y que no aguantó para poder estar hoy en esta plaza…, aunque sé, que asomada en una nube y junto a los luceros, como espectadora de excepción nos guiña un ojo… A ti, madre.

 Como os decía antes, volvíamos, más que nada en fechas claves, festivas, para estar con la familia, con los amigos, y como no, para beber vino; y participábamos de cualquier acontecimiento, y os puedo asegurar que bastante activamente. Llegaron unos años en fechas como las de ahora en que se celebraban estas fiestas, y creo que soy demasiado indulgente cuando digo lo de celebrar, porque apenas cuatro actos bastante minoritarios eran todo un programa. ¡Ah! Bueno, que no faltase la cena de gala en un lugar, donde todo el mundo sabe…, la novena de nuestra Patrona, eso sí la Exposición por entonces Nacional de Artes Plásticas y poco más.

 Eran los principios de los años ochenta, había una nueva apertura y libertades, pero pienso que aquí mal entendida. Se empezaban a sacar las barras de los bares a las calles y a la plaza, pero a cierta hora no te daban vino, porque según los propietarios perdían dinero. Eso sí, de otros sitios  si te lo vendían. También engalanaban sus espacios y zonas con banderitas y globos de colores y anuncios de vinos de otras denominaciones de origen. Una vergüenza y una humillación para los de dentro y más cuando traías amigos de otros sitios, porque los ridículos que hacíamos eran espantosos

 Como os podréis dar cuenta, íbamos a comenzar un Master con una Tesis para Cum Laude. Y eso se produjo porque hubo un revulsivo, porque siempre lo tiene que haber, ¿verdad Aurelio? ¿verdad Angel? Y alguien, pagándolo de su propio bolsillo, comenzó a traer pegatinas reivindicativas de las Fiestas y ese famoso pañuelo de hierbas que actualmente es tan normal, y que la mayoría lleva anudado al cuello. Como anécdota curiosa, comentar que a muchos de los que le poníamos el pañuelo, en cuanto se daban la vuelta, se lo quitaban gruñendo: ¡Pues vaya una ordinariez, llevar un pañuelo de gañán, cuando uno va con la ropa de los domingos!

 Alguien como el inolvidable Antonio José Vasco, indagó y rebusco para sacar letrillas de jotas y seguirillas manchegas, cantábamos con más ganas que arte, porque la mayoría de las veces estábamos fuera de compás y de tono. Otras veces las inventábamos sobre la marcha y así empezábamos las reivindicaciones de los futuros cambios. ¡Ah! Pero de algunos bares nos echaban, porque no querían que molestásemos a los clientes que estaban con un café tres horas. Así durante unos cuantos años.

 Llego un año en que alguien a lo Mariana Pineda, creó, diseñó y bordó la  bandera preautonómica, que a mí me parecía inmensa, ¿verdad Jesús Martín? “¡Cosas de gilipollas y de separatistas!” Decían. Esa bandera ondeándola al frente de aquellos valdepeñeros que tenían ganas de cambiar cosas daba fuerza, entusiasmo y coraje.

 Alguien también nos decía: “Sí, pero luego vosotros os vais a vuestros sitios y aquí nos quedamos nosotros” ¿verdad Pepi?

 La cosa se calentaba de manera, que había un bar aquí en la plaza, que ya no existe, donde se juntaban los más reaccionarios y nostálgicos del antiguo régimen, y nosotros los esperábamos a la puerta, y a la salida les hacíamos jurar bandera preautonómica. La verdad, es que aún cuando alguno de ellos iba armado, la cosa no llego a mayores…  

 Hasta que hartos de que no nos dieran vino en los bares que instalaban en la calle, comenzamos a volcar chiringuitos y a arrancar esas decoraciones insultantes en relación a las fiestas que estábamos celebrando… Y tanto follón organizamos, que fuimos llamados a capítulo por la primera autoridad a su despacho, el llorado Don Esteban López Vega; reivindicamos verbalmente las actividades costumbristas, folcloricas, recreativas, sociales, populares, gastronómicas, culturales, juveniles, deportivas, religiosas…, donde tuvieran participación asociaciones, agrupaciones, entidades, empresas y valdepeñeros masivamente, y no nos quedásemos como simples espectadores. Nos escuchó, nos atendió y nos lanzó un órdago. En tres meses nos esperaba  con un proyecto escrito de cómo deberían ser las nuevas fiestas. Lo recuerdo porque me toco elaborar el dossier que se presentó con más de CIEN actividades, que al año siguiente comenzaron a tomar forma y unos años posteriores ser declaradas de Interés Turístico Nacional, hasta llegar a lo que son hoy. Se había hecho el Master en la Universidad del cariño, de la ilusión, y sobre todo de la imaginación y se había presentado la Tesis por la que nos concedían el Cum Laude.

 

 Y estas son vuestras Fiestas, porque tenéis la suerte de vivir en un Valdepeñas Distinto, tener un Alcalde  Distinto, y unas fiestas Distintas que son las vuestras, las de todos los valdepeñeros y las de los que nos visitan.

 Me temo que me he pasado de tiempo,  y el acto institucional tiene que continuar. Os prometo  que en otra ocasión volveré y leeré el pregón.

 ¡Ah, señor Alcalde, lo de la Ñ, que no se olvide.

 ¡Vivan las Fiestas del Vino, Viva Valdepeñas y Viva la Virgen de Consolación!

 Buenas noches y muchas gracias.

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